Por Javier Ruiz, Director de Global Seguros de Crédito

Ya han pasado 9 años desde el comienzo de la crisis, parece que la quiebra de Lehman Brothers fuera ayer y sin embargo ha pasado casi una década. Para España, el comienzo de la crisis mundial coincidía con la crisis bancaria y con el estallido de la burbuja inmobiliaria.

El tejido empresarial desapareció

En un modelo industrial donde existía gran dependencia de financiación bancaria. Y donde muchos de los sectores giraban en torno a la construcción, no se podía prever un final feliz.

El sector de la construcción en 2006 alcanzaba máximos históricos, con un peso del 11% sobre el PIB.  Su presencia en el mercado doméstico era demasiado relevante. Cuando rompió la burbuja,  gran parte de nuestro tejido empresarial desapareció como cuando un tsunami alcanza las playas sin previo aviso.

La quiebra en septiembre del 2008 del grupo Llanera, una de las principales empresas valencianas de la construcción, marcaba un antes y un después en nuestra economía.  Se había acabado un ciclo económico donde parecía que todo valía, y de golpe y porrazo nos adentrábamos en un camino oscuro y rebosante de incertidumbre.

No se adoptaron medidas para proteger la cartera de clientes

La restricción del crédito a las empresas y autónomos se tradujo en moras a proveedores que desestabilizaron nuestra economía. El impago comercial se convirtió en uno de los actores principales de ésta gran recesión.

Muchas de las empresas afectadas por la crisis asociaban un patrón similar, tanto en modelo de gestión, como en salud financiera. La gran dependencia de financiación bancaria y la falta de un departamento de riesgos orientado a la gestión y control de la cuenta de clientes era algo común. Y en consecuencia no se adoptaban las medidas necesarias para proteger el mayor activo de la empresa “la cartera de clientes”.

Después de casi una década, el mercado parece que no tiene muy presente la peor crisis desde hace 80 años. En general no suelen adoptarse las medidas necesarias para protegerse ante desvíos inesperados de morosidad provocados por el impago comercial.

Evitar volver a tropezar con la misma piedra

Son muchas las ocasiones en las que seguimos vendiendo sin prevención, sin control, sin negociar condiciones de pago. En resumen, si no se implementan las soluciones adecuadas para garantizarse el cobro de las facturas, volveremos a tropezar sobre la misma piedra abocándonos de nuevo al precipicio.

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